miércoles, 26 de abril de 2017


EL ENGAÑO


     Cuando el Reichstag se quemó, la mayoría de los alemanes simplemente se negaron a creer las sugerencias de que el fuego había sido protagonizado por el propio Hitler como una operación de falsa bandera con el fin de aumentar su creciente poder. Temían. Pero también fueron atrapados por su creencia en su propia valentía, incluso a medida que evitaban la situación que requería más coraje real: hacer frente a las mentiras y engaños de un gobierno de psicópatas con un psicópata a la cabeza. Él sabía que gobernaba una nación de cobardes, y sabía cómo tenía que hacer la guerra para que esa nación de cobardes pudiera luchar y ganar: mintiendo. Decoró sus tropas con insignias para hacer que se sintiesen orgullosos de sí mismos; la Runa Sigel, que equivale a la «s» en el alfabeto Futhart antiguo, que significa Sol, y que según algunas leyendas fue creada por el Dios Odin, fue el símbolo por antonomasia de las SS. (Dicha Runa, como todas las demás, se distinguía por la ausencia de trazados horizontales. La verticalidad, como nexo de unión entre el pueblo y lo divino, entre lo terrenal y lo sobrenatural, nublaba el sentido común). Copió los desfiles de la antigua Roma para recordar a los alemanes la derrota que Hermann infligió a las poderosas legiones romanas en el Bosque de Teutoburgo. Se añadieron talismanes de las religiones ortodoxas en los uniformes y se llenó el alma de los soldados con delirios de fuerzas místicas y una vida en el más allá en caso de caer en la batalla. Por último, sabiendo que se necesita valor para matar al enemigo cara a cara, gastó grandes sumas de dinero en aviones, submarinos, artillería de muy largo alcance, misiles crucero, barcos; armas que podrían ser utilizadas para matar a distancia, para que los cobardes que lo vanagloriaban, lo agasajaban y le tenían como un Dios, no tuvieran que enfrentarse a la realidad de lo que estaban haciendo.
     La lucidez fue sin duda una de sus cualidades dominantes, pero al final tampòco la necesitaba, porque tenía el poder. “Las cloacas del poder se ponen en marcha: los culpables tienen que ser eliminados. Y si no se hallan, se inventan” dijo Saramago. Una voluntad de poder oscura y siniestra, narcisista y megalómana, y las personas que trataban de frustrarla, se veían expuestas a una represalia despiadada, talentosa y tenaz, volviéndolos todavía más cobardes.
     Como persona apasionada, Hitler daba a cada elemento de su vida una intensa e implacable tensión y se sentía particularmente entusiasmado cuando un nuevo elemento surgía de algún contexto sin precedentes. Pocos alemanes, y aún menos extranjeros, consiguieron ver que la invasión de Polonia rompía todos los esquemas y principios de la guerra: la declaración de guerra. Los romanos, a los que tanto idolatraba y trataba de emular, no empezaban las hostilidades sin mandar a sus heraldos al pueblo de quien exigían satisfacción para hacerles comprender que desde aquel día eran mirados como enemigos, Hitler no hizo eso. No le hizo falta. Un candor innegable, y un carácter sencillo que seducía a muchos interlocutores, y que habían sido heredados de su madre y ocultaban el horror de un padre que le atizaba dieciseis latigazos, treinta y dos latigazos, sesenta y cuatro latigazos, dependiendo del grado de hebriedad en el que se encontrara, impidieron que 80 millones de personas vieran algo extraño en esa actuación.
       En el trabajo pedía siempre intuición, energía, coraje, confianza y entusiasmo. Animaba a la gente a seguir adelante, contra viento y marea, con fuerza; “lo que importa no es lo que se ve; hay que juzgar el árbol por sus frutos”... solía decir... Las palabras desaparecen, pero las acciones y sus consecuencias son visibles y se mantienen...Era de una sensibilidad a flor de piel y le encantaban los pasteles, la música, la pintura (de hecho algunos de sus cuadros no están nada mal) y sus emociones tan profundas, su imaginación tan viva, eran, por así decirlo, en su delicioso mundo de sueños, todo un paraíso de fantasía enredada en fragmentos de la realidad, recuerdos románticos y esperanzas ocultas ¿Quien iba a desconfiar? (Y eso que, a veces, su receptividad era tan intensa que podía caer en la mediumnidad o, lo que es más preocupante y raro, tener alucinaciones).
Su personalidad polifacética le pedía que se interesase en muchas áreas; la imagen que daba de sí mismo enmascaraba una naturaleza más poliédrica: sentimental, sensible, modesta y vulnerable. Ese era su encanto, y, a veces, su talón de Aquiles. En alguna parte de él había una tendencia a la introversión, a la tranquilidad, incluso a una especie de aislamiento, ya fuese por elección o por el hecho de ciertos acontecimientos, y sus emociones intensas y a menudo violentas le daban un encanto indefinible, lleno de densidad y misterio.
       Había dos tipos de hombres fuertes en la sociedad primitiva. Uno: el jefe que era físicamente poderoso, más fuerte que todos sus competidores; dos: el hombre que no era fuerte en sí mismo sino que se fortalecía en razón del poder que el pueblo proyectaba en él. En este sentido, el secreto de Hitler era un inconsciente con un acceso excepcional a su conciencia. Era un místico, que escucha atentamente una corriente de sugerencias susurradas, que vienen de una fuente misteriosa y luego actúa sobre ella.
       Algunos de los mejores momentos de la historia de la humanidad han sido alimentados por la inteligencia emocional. Cuando Martin Luther King, Jr. presentó su sueño, eligió un lenguaje que agitaba los corazones de su público. "Estados Unidos ha dado a los negros un cheque sin fondos." Prometió que una tierra "sofocante por el calor de la opresión" podría ser "transformado en un oasis de libertad y justicia ", y previó un futuro en el que en las rojas colinas de Georgia los hijos de los antiguos esclavos y los hijos de los ex propietarios de esclavos serían capaces de sentarse juntos en la mesa.
     Nueva evidencia muestra que, cuando la gente perfecciona sus habilidades emocionales, se vuelven mejores para manipular a los demás. Cuando alguien es bueno en el control de sus propias emociones, puede disfrazar sus verdaderos sentimientos. Cuando alguien sabe lo que otros están sintiendo, puede tirar de sus fibras sensibles y motivarlos a actuar en contra de sus propios interese
     Eso es lo que hizo Hitler. En eso se basaba su engaño.

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