EL
ENGAÑO
Cuando
el Reichstag se quemó, la mayoría de los alemanes simplemente se
negaron a creer las sugerencias de que el fuego había sido
protagonizado por el propio Hitler como
una operación de falsa bandera con el fin de aumentar su creciente
poder.
Temían. Pero también fueron atrapados por su creencia en su propia
valentía, incluso a medida que evitaban la situación que requería
más coraje real: hacer frente a las mentiras y engaños de un
gobierno de psicópatas con un psicópata a la cabeza. Él sabía que
gobernaba una nación de cobardes, y sabía cómo tenía que hacer la
guerra para que esa nación de cobardes pudiera luchar y ganar:
mintiendo. Decoró sus tropas con insignias para hacer que se
sintiesen orgullosos de sí mismos; la Runa Sigel, que equivale a la
«s» en el alfabeto Futhart antiguo,
que significa Sol, y que según algunas leyendas fue creada por el
Dios Odin, fue el símbolo por antonomasia de las SS.
(Dicha Runa, como todas las demás, se distinguía por la ausencia de
trazados horizontales. La verticalidad, como nexo de unión entre el
pueblo y lo divino, entre lo terrenal y lo sobrenatural, nublaba el
sentido común). Copió los desfiles de la antigua Roma para recordar
a los alemanes la derrota que Hermann infligió a las poderosas
legiones romanas en el Bosque de Teutoburgo. Se añadieron talismanes
de las religiones ortodoxas en los uniformes y se llenó el alma de
los soldados con delirios de fuerzas místicas y una vida en el más
allá en caso de caer en la batalla. Por último, sabiendo que se
necesita valor para matar al enemigo cara a cara, gastó grandes
sumas de dinero en aviones, submarinos, artillería de muy largo
alcance, misiles crucero, barcos; armas que podrían ser utilizadas
para matar a distancia, para que los cobardes que lo vanagloriaban,
lo agasajaban y le tenían como un Dios, no tuvieran que enfrentarse
a la realidad de lo que estaban haciendo.
La
lucidez fue sin duda una de sus cualidades dominantes, pero al final
tampòco la necesitaba, porque tenía el poder. “Las
cloacas del poder se ponen en marcha: los culpables tienen que ser
eliminados. Y si no se hallan, se inventan” dijo Saramago.
Una voluntad de poder oscura y siniestra, narcisista y megalómana, y
las personas que trataban de frustrarla, se veían expuestas a una
represalia despiadada, talentosa y tenaz, volviéndolos todavía más
cobardes.
Como
persona apasionada, Hitler daba a cada elemento de su vida una
intensa e implacable tensión y se sentía particularmente
entusiasmado cuando un nuevo elemento surgía de algún contexto sin
precedentes. Pocos alemanes, y aún menos extranjeros, consiguieron
ver que la invasión de Polonia rompía todos los esquemas y
principios de la guerra: la declaración de guerra. Los
romanos, a los que tanto idolatraba y trataba de emular, no empezaban
las hostilidades sin mandar a sus heraldos
al
pueblo de quien exigían satisfacción para hacerles comprender que
desde aquel día eran mirados como enemigos, Hitler no hizo eso. No
le hizo falta. Un
candor innegable, y un carácter sencillo que seducía a muchos
interlocutores, y que habían sido heredados de su madre y ocultaban
el horror de un padre que le atizaba dieciseis latigazos, treinta y
dos latigazos, sesenta y cuatro latigazos, dependiendo del grado de
hebriedad en el que se encontrara, impidieron que 80 millones de
personas vieran algo extraño en esa actuación.
En
el trabajo pedía siempre intuición, energía, coraje, confianza y
entusiasmo. Animaba a la gente a seguir adelante, contra viento y
marea, con fuerza; “lo que importa no es lo que se ve; hay que
juzgar el árbol por sus frutos”... solía decir... Las palabras
desaparecen, pero las acciones y sus consecuencias son visibles y se
mantienen...Era de una sensibilidad a flor de piel y le encantaban
los pasteles, la música, la pintura (de hecho algunos de sus cuadros
no están nada mal) y sus emociones tan profundas, su imaginación
tan viva, eran, por así decirlo, en su delicioso mundo de sueños,
todo un paraíso de fantasía enredada en fragmentos de la realidad,
recuerdos románticos y esperanzas ocultas ¿Quien iba a desconfiar?
(Y eso que, a veces, su receptividad era tan intensa que podía caer
en la mediumnidad o, lo que es más preocupante y raro, tener
alucinaciones).
Su
personalidad polifacética le pedía que se interesase en muchas
áreas; la imagen que daba de sí mismo enmascaraba una naturaleza
más poliédrica: sentimental, sensible, modesta y vulnerable. Ese
era su encanto, y, a veces, su talón de Aquiles. En alguna parte de
él había una tendencia a la introversión, a la tranquilidad,
incluso a una especie de aislamiento, ya fuese por elección o por el
hecho de ciertos acontecimientos, y sus emociones intensas y a menudo
violentas le daban un encanto indefinible, lleno de densidad y
misterio.
Había
dos tipos de hombres fuertes en la sociedad primitiva. Uno: el jefe
que era físicamente poderoso, más fuerte que todos sus
competidores; dos: el hombre que no era fuerte en sí mismo sino que
se fortalecía en razón del poder que el pueblo proyectaba en él.
En este sentido, el secreto de Hitler era un inconsciente con un
acceso excepcional a su conciencia. Era un místico, que escucha
atentamente una corriente de sugerencias susurradas, que vienen de
una fuente misteriosa y luego actúa sobre ella.
Algunos
de los mejores momentos de la historia de la humanidad han sido
alimentados por la inteligencia emocional. Cuando Martin Luther King,
Jr. presentó su sueño, eligió un lenguaje que agitaba los
corazones de su público. "Estados Unidos ha dado a los negros
un cheque sin fondos." Prometió que una tierra "sofocante
por el calor de la opresión" podría ser "transformado en
un oasis de libertad y justicia ", y previó un futuro en el que
en las rojas colinas de Georgia los hijos de los antiguos esclavos y
los hijos de los ex propietarios de esclavos serían capaces de
sentarse juntos en la mesa.
Nueva
evidencia muestra que, cuando la gente perfecciona sus habilidades
emocionales, se vuelven mejores para manipular a los demás. Cuando
alguien es bueno en el control de sus propias emociones, puede
disfrazar sus verdaderos sentimientos. Cuando alguien sabe lo que
otros están sintiendo, puede tirar de sus fibras sensibles y
motivarlos a actuar en contra de sus propios interese
Eso
es lo que hizo Hitler. En eso se basaba su engaño.
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